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Fraude y sabotaje por ordenador Histórico

¿CÓMO pudieron los ladrones descifrar el código de un ordenador bancario y hacer desaparecer con tanta facilidad 600.000 dólares de sus fondos de reserva? A la Brigada Británica de Scotland Yard contra el Fraude se le está haciendo difícil determinarlo. “No hay evidencia de implicaciones del personal”, dice la dirección del banco. ¿Quiénes, pues, son los culpables? Ladrones que programaron de manera ilegal el sistema de ordenadores del banco. “La sustracción había sido inteligentemente encubierta”, dice el periódico londinense Daily Mail del 22 de agosto de 1986. Hubo un verdadero pánico en el banco.

El fraude por ordenador no es nuevo en Gran Bretaña. Cada año se roban decenas de millones de libras de este modo. Tampoco es un problema propio de un solo país. Se está efectuando una investigación sobre 20 millones de dólares que desaparecieron en una transacción desde un banco neoyorquino. El delito por ordenador bien puede ser la industria de mayor crecimiento del mundo.

Grave como pueda ser esa manipulación ilegal de ordenadores, más lo es el giro que tomó en el verano de 1986: el sabotaje. El periódico londinense The Times del 7 de agosto de 1986 informó que algunos empleados descontentos programan mandatos ilícitos que “se ponen en funcionamiento en un tiempo particular o cuando se dan cierto conjunto de circunstancias”. Los efectos pueden ser devastadores y causar pérdidas incalculables. De los quince grandes incidentes de sabotaje investigados en Gran Bretaña el año pasado, la tercera parte acabó con las compañías implicadas. Estos delitos tienen ahora su propio nombre: “bombas de tiempo informáticas”. Por estos medios se pierden, sin posibilidad de recuperación, valiosas listas de clientes, facturas de ventas y otra información fundamental necesaria para la dirección de un negocio moderno.

Más alarmante aún es el llamado virus del ordenador, del que se dice que está activo en Estados Unidos. En este caso, el ordenador es programado con instrucciones ilícitas que además son autogeneradoras. Cada vez que un conjunto de estas instrucciones se pone en funcionamiento, se provoca un nuevo deterioro. Imagínese las consecuencias de todas estas acciones autodestructivas.

¿Qué puede hacer, pues, una compañía para impedir el fraude y el sabotaje? En primer lugar, contratar firmas confiables para la instalación del equipo de ordenadores, y luego, emplear a personal honrado y confiable para su manejo. Pero eso no siempre es fácil. Y ¿quién puede decir que, con el tiempo, un empleado no llegue a sentirse descontento?

Otro problema que apuntaba el periódico londinense The Times tiene que ver con “los cínicos programadores y analistas de mantenimiento que trabajan por su cuenta, quienes se aseguran de que los ordenadores tengan fallos frecuentemente para que no les falte el trabajo”. Fraude, sabotaje y engaño... parece como si las compañías que intentan mantenerse al día con la tecnología moderna no consiguieran evitar los problemas. El periódico Daily Mail se lamenta: “Los ordenadores, alabados como la fuerza milagrosa del siglo veinte, son capaces de causar tantos daños como beneficios”. ¿O hay que culpar, más bien, a la falta de honradez del hombre?

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